JUBILEO DE LA MISERICORDIA
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Hola amigos: este apartado de Pastoral quiere ser un punto de encuentro de los que formamos la Comunidad Educativa del Colegio y de las personas que de alguna forma están relacionados con el Centro. Queremos poner en común las noticias, campañas, fotos, vídeos, eventos, temas, enlaces… que puedan interesarnos, para compartir y profundizar en nuestra fe. Esperamos que sea un medio eficaz para estar en contacto con vosotros, un abrazo y bienvenidos.
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“Era
la madrugada del pasado 8 de noviembre cuando el tifón Haiyan arrasó
mi país, Filipinas. Ya hacía unos días que iban avisando a la población
para que desalojara todas las zonas costeras y protegiera sus casas de
los fuertes vientos. Los pronósticos fueron empeorando, pero nadie
imaginaba que lo que iba a llegar a Filipinas iba a ser el peor tifón
de la historia”, cuenta esta pequeña superviviente.
Recuerda
que, “cuando llegó el tifón, yo estaba intentando dormir en el piso
bajo de mi casa. Vivo en una ciudad que se llama Tacloban, que ha sido
una de las más afectadas. Había mucho viento, y me daba un poco de
miedo. De pronto, llegó papá a sacarnos de la cama a mí y a mis tres
hermanos para que subiéramos al piso de arriba de nuestra casa y nos
pusiéramos, muy quietitos, debajo del tejado, porque la casa se estaba
llenando de agua. Mientras los vientos del tifón soplaban a nuestro
alrededor y las olas del mar llegaban hasta el segundo piso, papá nos
ayudó a subirnos al techo. Mis hermanas pequeñas no paraban de llorar, y
mi hermano y yo, aunque temblábamos de miedo, no queríamos decir nada
para que se sintieran más protegidas”, nos explica Rowena ahora que
todo ha pasado.
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En
esta zona de Tacloban donde vive Rowena, muchos se dedicaban a la
pesca, como su padre. El tifón también destrozó los barcos, o sea, que
ahora tampoco pueden salir a pescar. No tienen nada. Esta niña filipina
nos cuenta que ahora entre todos están intentado reconstruir las casas
y que los niños y niñas, que vagan entre los escombros y que, por ahora
no pueden volver a la escuela porque ha desaparecido, se dedican a
pedir un poco de ayuda. Se acercan a la carretera por si los coches
que pasan les pueden dar agua o un poco de comida.
Dice
Rowena que “mi mamá nos lleva todas las mañanas a la iglesia y allí
veo que se le saltan las lágrimas al rezar y pedir ayuda a Dios.
Filipinas es un país muy católico, pero estos días casi no hay nadie en
las iglesias, porque están destrozadas. La pequeña iglesia de mi
barrio se ha quedado toda rota; los asientos están cubiertos de vigas
de hierro, de trozos de madera de las paredes y de cristales rotos, y
allí, entre todos los escombros, nos arrodillamos para pedir ayuda a
Dios”.
Rowena
se ha convertido en una de las supervivientes del tifón Haiyan.
Gracias a su valentía y coraje, no se da por vencida y cuida de sus
hermanos pequeños. “Dicen que ya va llegando la ayuda internacional,
pero poco a poco. Los hospitales están llenos y no tienen medicinas
para atender a los heridos, y mucha gente está cogiendo graves
enfermedades por beber agua contaminada. Mi papá nos dice que nos quedan
años de trabajo para que nuestra ciudad vuelva a ser la misma de
antes; ojalá nos ayuden mucho desde los países que tienen más que
nosotros para poder atender a tanta gente que se ha quedado sin nada y
tantos niños que se han quedado huérfanos. Yo he sido afortunada”.
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